Antes de la sentencia del Pulpo, la Sirena irradiaba alegría y creía fervientemente en el amor eterno. Su mundo estaba lleno de risas y promesas, y el Pulpo era el ancla de su seguridad. Sin embargo, repentinamente, aquel Pulpo fue arrebatado de su entorno, dejándola desprotegida y sola con sus dos estrellas de mar.
Las aguas que antes eran un hogar pacífico se convirtieron en un maremoto de desesperación cuando el castillo de arena de sus sueños se derrumbó. La prisión invisible se manifestó cuando el pulpo fue enjaulado por sus propias decisiones, llevándose consigo la seguridad y la estabilidad que la Sirena conocía.
Parada frente a las ruinas desoladas de su castillo de arena, compartió con sus dos estrellas que el momento de partir había llegado, que era tiempo de levantar nuevas fortalezas lejos de aquel lugar desolado. En un acto de súplica profunda, elevó sus pensamientos al océano en busca de una gracia indescriptible, como un eco que resuena en las profundidades. Su oración, como una melodía cargada de emociones, imploraba clemencia ya que el Pulpo había liberado el mismo veneno que sus antepasados le habían heredado.
La Sirena, decidida, dejó atrás los residuos tóxicos que los tentáculos del pulpo habían esparcido, como un sacrificio doloroso para descontaminar las aguas turbias que envolvían su existencia. Un viento apacible, como la respuesta a su ruego silente, despejó la neblina del enjaulamiento, revelando un panorama donde las aguas, ahora cristalinas, reflejaban un universo de posibilidades.
En ese momento, la Sirena comprendió que su acto de perdón no solo sanaba sus propias heridas, sino que también purificaba el océano mismo. El veneno liberado se convirtió en una ofrenda para la redención, y el viento apacible, testigo silente de este acto de gracia, guió a la Sirena y a sus dos estrellas hacia aguas donde la esperanza resplandecía como un faro en la oscuridad.
Con maletas en mano y el viento apacible como guía, la Sirena abandonó el pasado y se sumergió en las aguas cristalinas junto a sus dos estrellas. Descubrió la belleza de la vida marina cuando aprendes a perdonar. Al liberarse del veneno del pulpo, sus ojos se abrieron a un mundo luminoso y sin trabas. Ahora, podía disfrutar de las aguas cristalinas y dar amor puro a sus estrellas. Amor no contaminado.
Se rompió la cárcel invisible que la Sirena creía que existía cuando enjaularon al Pulpo. El perdón y el viento apacible despejaron el camino hacia un nuevo amanecer. La Sirena y sus estrellas bailaban ahora en medio de las aguas cristalinas, sin pesos en el alma. La prisión de la vergüenza y el dolor se disolvió, y la Sirena pudo abrazar la libertad que tanto anhelaba, aprendiendo que, en el perdón, se encuentra la verdadera claridad y genuina libertad.
Una lección invaluable de que el perdón no solo sana, sino que también tiene el poder de iluminar el camino hacia un nuevo amanecer, donde la redención y la gracia reinan, construyendo así un imperio mayor que aquel castillo anterior.
BEVA 2023
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