La Cueva
Brenda VegaShare
En las entrañas de una cueva marina, donde la luz luchaba por vencer las sombras y la neblina, los gemidos desgarradores de un Manatí resonaban como un eco de lamentos oscuros en la penumbra. Cada quejido, más inquietante que el anterior, mientras una cría ansiosa aguardaba en el corazón de la oscuridad, esperando el milagro de la vida.
La cueva, saturada de dolor y salpicada de expectativa, veía al manatí retorcerse en la agonía del parto. En lo más recóndito de este escenario desgarrador, una mujer, hinchada por un embarazo de diez meses, soportaba el peso de un dolor que parecía eterno. El eco de sus pasos exhaustos resonaban en la cueva, como el lamento persistente de su travesía en la oscuridad
Y así, en medio de las sombras densas y la neblina asfixiante, llegó el momento culminante del parto. Y es que todo dolor da a luz un nacimiento. Llegó la hora de parir. La matriz del manatí se abría en las aguas cargadas de angustia, y de ella nacía la cría, una luz desgarradora que destrozaba las tinieblas de la cueva.
Luz que arde intensamente, luz consumidora que te transforma, luz devoradora que restaura, para de una vez por todas, cerrar con fuerza tus más profundas heridas y despedazar las ataduras en la cueva. Ha llegado el momento de dar a luz, un renacer que destila una luz sanadora, capaz de cerrar las grietas más oscuras de tu alma con su resplandor restaurador.
En ese preciso apogeo, desde el exterior de la cueva, se escuchó la llamada de un Delfín. "¡Manatí!", gritó con voz llena de energía. "Ya es hora de salir de esa cueva y mostrar al mundo la luz que nacio de tu interior."
La mujer, al borde del agotamiento físico y emocional, observaba desde la oscuridad, sintiendo una conexión profunda con el Manatí y su cría. El dolor, transformado en luz, era como un destello en el cielo nocturno, una aurora en medio de la tormenta.
La cueva, espectadora muda de la gestación y el parto, reveló su auténtico propósito: no era solo un refugio oscuro, sino el lugar donde se forjó el dolor y la promesa no cumplida. Pero al final, esa cueva se iluminó con la luz radiante del renacimiento, una victoria aplastante sobre la oscuridad. La cueva, antes envuelta en la desolación y la agonía, se convirtió en un refugio fuerte de resistencia y brillante antorcha de esperanza, marcando un renacimiento fundamental tanto en su interior como en la esencia misma de su vida.
BEVA 2014.