El Tesoro
Brenda VegaShare
Hace mucho tiempo, una niña deambulaba por una ciudad de rascacielos imponentes. De repente, estallaron explosiones y la guerra llegó sin previo aviso. El miedo se apoderó de ella, pero siguió adelante. Los edificios altos se derrumbaban a su alrededor, y ella se sentía vulnerable y asustada en medio del caos. Mientras la niña temblaba de miedo y se sentía impotente, notó al arquitecto mirando la destrucción. Aparentemente, él observaba sin mostrar preocupación en su rostro, lo que la dejó perpleja. Después de todo, él era quien había diseñado toda la ciudad que ahora colapsaba ante sus ojos.
Luego, notó una puerta en la distancia y avanzó sin mostrar signos de agotamiento. Atravesó la puerta, y de repente, se transformó en una joven, con un espíritu más fuerte y una experiencia que se forjaba con cada paso. Sus pies avanzaban sobre la tibia arena, y ante ella se extendía un magnífico océano, impresionante y extenso como un espectáculo sin igual. Sin tener idea de lo que le esperaba, caminó sobre el agua hacia el barco, donde un destino desconocido aguardaba su llegada. El hombre en la barca, solo con un gesto, le hizo saber que él la llamaba, y ella respondió, lista para embarcarse en la próxima etapa de su asombroso viaje.
A bordo, una tempestad imponente estalló en el horizonte. Parecía intimidante desde lejos, pero al adentrarse, murallas de agua se alzaron, ocultándola de su entorno. Justo cuando comenzaba a confiar levemente en él, el hombre la empujó suavemente y ella cayó al agua. Comenzó a hundirse, no ahogándose, sino descendiendo cada vez mas profundo. El entorno, una vez bajo la superficie, se reveló como un mundo oscuro, frío y solitario. El enorme océano la rodeaba, y la sensación de inmensidad era abrumadora. No había luz que rompiera la negrura, y el frío calaba sus huesos. Se sentía como si estuviera en un lugar vacío y descomunal, un mundo ajeno a la realidad que conocía. Aunque dudó de las intenciones del hombre en la barca y no entendía por qué la había invitado para luego empujarla, mantuvo su confianza en él. No sabía lo que la aguardaba, ni cuán profundo o cuánto tiempo estaría sumergida en lo desconocido. Se preguntaba si su fin llegaría una vez tocara el fondo del mar.
En el lecho del océano, dos seres diminutos la esperaban, sosteniendo un cofre. Le dijeron que habían estado guardando ese tesoroexclusivamente para ella. Mas sin embargo, la joven se debatía en la oscuridad, sin tener idea de cuánto tiempo había transcurrido ya, o cuánto aún le quedaba por recorrer antes de encontrar la superficie. La duda la consumía sin piedad. Pero algo era innegable: había alcanzado el fondo. Fue en ese preciso instante, cuando tomó el cofre en el lecho del mar, que su transformación de joven a mujer se volvía evidente, marcando un punto crucial en su travesía.
Mientras ascendía desde las profundidades del océano hacia la superficie, se encontró con una serie de criaturas marinas. Entre ellas, un ser destacó: un pulpo gigantesco, cuyos tentáculos se extendían impresionantemente en todas direcciones. La anatomía del pulpo era asombrosa, con ocho largos tentáculos poderosos, capaces de atrapar y sujetar presas con una fuerza inigualable en el reino marino, y su encuentro con esta criatura dejó una impresión imborrable en su memoria.
Aunque no encajaba en el entorno submarino, siguió ascendiendo con fuerza, enfrentando las maravillas y los dolores del océano. El viaje hacia la superficie reflejaba su propia vida, un camino lleno de incertidumbre y autodescubrimiento. Cada encuentro en las profundidades del océano, cada criatura marina que encontraba, dejaba una huella profunda en su alma, una lección aprendida en la soledad de las profundidades. Y finalmente, la Ballena Orca la impulsó a darse cuenta de que la superficie estaba cerca.
Después de mucho esfuerzo, emergió a la superficie, y el hombre en la barca la llamó con tranquilidad. "¿Qué estás esperando?" le preguntó el hombre. "Una multitud de personas te aguarda en la orilla para recibir lo que llevas en ese cofre." Aunque no podía ver la multitud desde donde estaba, esta vez corrió sobre el agua hacia la orilla.
Al llegar a la orilla, colocó el cofre en la arena. La multitud comenzó a acercarse desde el norte, formando una fila frente a ella. En medio de la abrumadora preocupación de no tener suficientes joyas para compartir, sus ojos se posaron en el hombre que permanecía en la barca, y en ese instante, una comprensión profunda la invadió: el tesoro era infinito, con joyas ilimitadas destinadas específicamente para que ella las compartiera. No fue únicamente la mirada apacible del hombre lo que la reconfortó; al enfocar su vista en la distancia, experimentó una paz que le indicaba la inagotable riqueza del cofre. Con esta nueva confianza, se relajó y comenzó a distribuir joyas entre la multitud que esperaba pacientemente frente a ella. Mientras observaba de nuevo, personas del oeste y el sur también se acercaban corriendo para unirse. Generosamente compartió las riquezas del cofre, ahora sabiendo que no tenían fin.
La multitud que se acercaba desde el este había experimentado su propio viaje descendiendo hasta el fondo del mar, pero a diferencia de la mujer, no habían tomado el tesoro que les aguardaba en las profundidades. A medida que se acercaban a la orilla, sus rostros mostraban la ansiedad de quienes ansiaban encontrar lo que habían buscado durante tanto tiempo. Todos ellos estaban Buscando El Verdadero Amor (BEVA).
Con un guiño y un beso de viento, aquel hombre en la barca le reveló su verdadera identidad: "El Invisible," prometiéndole su cercanía constante, incluso cuando pareciera estar lejos y estando siempre al alcance en cualquier momento. Ahora ella sabía cómo encontrarlo.
Con el tiempo, compartiría la historia de su viaje bajo el océano, presentando a cada asombrosa criatura que encontró, cada una de las cuales le había enseñado una lección profunda.